sábado, 27 de octubre de 2007

Cuota femenina y discriminación

Nadie puede negar que se dan muchas situaciones injustas. Desde siempre. Pero tan expuestos están los hombres, como expuestas estamos las mujeres. Si a las mujeres se les sigue pagando un salario menor que el que recibe un hombre por hacer el mismo trabajo, o no tiene igualdad laboral, a qué demonios se han estado dedicando los representantes de los trabajadores en los últimos treinta años. La razón de existir de los sindicatos es defender los derechos de los trabajadores, incluido el derecho a no ser discriminados. ¿Qué está pasando, entonces?. Pasa que, como lidiar con las empresas es duro y no se reciben mayores regalías a cambio, el sindicalismo de turno optó por campar a sus anchas en las diversas administraciones públicas. Aquí, se les deja ejercer un poder que, aunque rebasa ampliamente sus funciones, lo practican con sumo gusto y diligencia. Eso si, en comandita con los políticos de ocasión que por algo los beneficios andan repartidos. Pero lo que es en las empresas, en general como si no existieran.

Partir de la igualdad ante la ley, los principios democráticos y el constitucional derecho a no sufrir discriminación alguna por razones de sexo, no es congruente con legislar discriminando. Discriminar es dar trato de inferioridad a una persona o colectivo. Que cada cual trague lo que quiera, pero no es válido inventarse lo de positiva para justificar.

Muchas mujeres no queremos cuotas que nos pone en rebajas, ni queremos para nada que piensen en nosotras como objetos de conveniencias políticas-electoralistas. Al igual que la gran mayoría de los ciudadanos de este país, lo que queremos es que el sistema funcione y que los que tienen la obligación de trabajar para que marche bien se apliquen en hacerlo. Que todo lo demás viene rodado a continuación.

La cuota femenina, contemplada en la Ley de Igualdad que se aprobó el pasado mes de marzo, establece que los consejos de administración de las empresas que tengan más de 250 trabajadores, han de estar compuestos en un 40% por mujeres antes de un periodo de ocho años. Con esta medida intervencionista, se pretende aumentar la representación femenina en el ámbito empresarial. Pues bien, para evitar cuestionar a las que entran por valía, a las que lo hagan por la cuota bien les podían empezar a llamar profesionalas. Que hay que discernir.

Sobre la cuota femenina en la política, visto lo visto, y repasada la galería, en general parece más un acto de machismo elevado al cubo que un favor a las mujeres como colectivo. Una cosa es segura: algunos y algunas ocuparán, en igualitaria designación a dedo, puestos en la cantidad de órganos que se van creando a raíz del asunto (Comisión Interministerial de Igualdad, unidades de igualdad en todos los departamentos ministeriales, institutos, órganos en las comunidades autónomas, en las universidades, etc..
No cabe duda, es una cuestión de órganos.

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